Una tarde estaba acostado en mi cama cuando empecé a tener
una experiencia extra-corpórea. Vi como mi cuerpo se elevaba, despacio, en la
misma posición horizontal en que me encontraba. Me sentía embargado por una paz
indescriptible. Llegué al techo y lo traspasé sin dificultad. Me vi entre las
copas de los árboles primero y entre nubes después. Los pájaros volaban a mi
alrededor y yo seguía flotando. El cielo lucía espléndido, celeste, despejado.
Al salir de la atmósfera empezó a ponerse azul oscuro y luego negro. La
sensación era maravillosa. No me dolía el cuerpo. Me olvidé del reuma y nada me
preocupaba.
De repente sentí una terrible sacudida que me hizo regresar
al momento.
Mi cuñado, agarrando mi brazo y zarandeándolo, me gritaba:
¡Despertate Pedro, que ya empieza el partido de Uruguay!
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