Hola

Este año me decidí y empecé a escribir. Lo quiero compartir contigo.

sábado, 1 de febrero de 2014

Mirando por la ventana

Llueve. El cielo gris oscuro y nubes bajas que dan una sensación de opresión. La misma sensación que siento en el pecho, la angustia apretando fuerte.
Me encuentro sentada mirando por la ventana, las gotas cayendo silenciosas de los árboles, también grises. Siento un profundo cansancio.
Los chicos se fueron al colegio. Germán está trabajando. Desde que me diagnosticaron, yo ya no trabajo más.
 Levanté la mesa, lavé los platos y me senté aquí porque el cansancio me vence otra vez.
 Cuando los chicos regresen, Lucía se quedará con ellos hasta la noche, y Germán me llevará al hospital a hacerme la quimio.
Y vuelvo a preguntarme: ¿por qué a mí?
Tengo 42 años y tres hijos en edad escolar. ¿Por qué?
Empiezo – otra vez- a pensar en la justicia. Porque claramente siento que la justicia no existe, que es tan solo un invento de los hombres para poder convivir en sociedad.
¿Acaso no es una injusticia lo que me pasa?
Me dice la sicóloga que me está tratando, que hay tres etapas para superar una vez que nos enteramos de nuestra enfermedad.
Primero, la negación. No esto no puede ser verdad, seguro los resultados están equivocados.
Segundo, la rabia. ¿Por qué a mí, que soy una buena esposa y madre? Con hijos para criar. Y hay tanto hijo de puta por ahí, que no le pasa nada.
Tercero, la aceptación. Y parece que yo ando por ahí, todavía con rabia, mucha, y empezando a aceptar.
He leído y sigo leyendo muchos libros de autoayuda. Todos parecen coincidir en que somos algo así como polvo de estrellas. Que estamos hechos de las mismas partículas que el cosmos todo. Que nada está librado al azar y que todo ocurre por alguna razón.
Razones que parece me cuesta entender.
Es como que la vida nos toma el pelo. Nos brinda todo, familia, amigos, amor, bienestar. Y cuando mas distraído estás, dando todo por sentado, de un plumazo te quita todo. A algunos, en forma aleatoria, parece.
¿Y el propósito? ¿Qué pasa con el propósito que traemos al venir al mundo?
¿Es que acaso venimos a sufrir? No puedo creérmelo. ¿Qué este planeta escuela esta hecho para sufrir? No, mil veces no. Me niego a creerlo. Una parte de mí se resiste.
Debe haber algo más. Algo que se me está escapando.
Los chicos llegan saludando, gritando, me besan y se van al comedor con su algarabía a merendar, a hacer los deberes y mirar la tele. Mi buena amiga, mi gran amiga, me sonríe y va con ellos.
¿Será para experimentar? ¿Vendremos a este plano a experimentar? Si es así, todo parece cobrar mayor sentido. Si tenemos que hacer diferentes experiencias, es casi lógico pensar que hay que vivir diferentes cosas, de las buenas y las no tan buenas.
¡Y vaya que he vivido cosas buenas! El amor por ejemplo, el amor en muchas diferentes formas. El amor a la vida, a los padres, a los amigos y cuando crecemos, el amor a nuestra pareja, a nuestros hijos, a la familia que formamos.
Y también nos dicen que podemos crear la realidad que queremos, si apelamos al  pensamiento correcto.
¿Será cierto esto? Es un poco difícil de entender.
Siento la llave girando en la puerta. Es Germán que viene a buscarme. Trato de poner mi mejor cara y me miro a la pasada en el espejo para asegurarme que tengo la peluca bien colocada.
¿Sabés que? -me pregunto a mi misma- ¿Y si lo intentás? Digo, probar a ensayar el pensamiento correcto. A aceptar la experiencia, ¿no?
Eso, experimentar también lo no tan bueno.
No tengo nada que perder y todo para ganar si le pongo fuerza.
Lo miro a Germán, le sonrío y le digo: ¿vamos?


No hay comentarios:

Publicar un comentario