Hola

Este año me decidí y empecé a escribir. Lo quiero compartir contigo.

martes, 28 de enero de 2014

El caballo


Uno de los mejores recuerdos de mi infancia  es cuando íbamos con mis hermanos a pasar las vacaciones a la casa de mis abuelos.
Ellos vivían en una casona grande y antigua en plena zona rural en el departamento de San José, Uruguay.
Mi abuelo era artesano, maestro zapatero y sus creaciones únicas hechas totalmente a mano eran sumamente apreciadas y valoradas por sus clientes.
Mi abuela, una mujer alegre, dinámica y siempre dispuesta a cocinar cosas ricas, que devorábamos encantados.
La casa mas cercana a la de los abuelos era la de los tíos José y Clara y sus hijos Rosa, Carlos y Esteban.
Con ellos las tardes se hacían cortas y animadas con los juegos y caminatas.
El abuelo tenía un coche tirado por un solo caballo tostado, un noble animal. Con el iba hasta el pueblo a comprar las provisiones para la familia y las telas, cueros y hebillas para  la fabricación del calzado.
Recuerdo claramente que cuando trabajaba en un nuevo par de zapatos, los mantenía cubiertos con un lienzo y no permitía que nadie los viera hasta quedar totalmente terminados.
Era un momento emocionante cuando todos alrededor de la mesa de trabajo esperábamos a que el abuelo mostrara su última creación.
También cultivaban una  huerta y  varios árboles frutales de los que obtenían verduras y frutas frescas para el consumo diario.
Nuestra vida familiar era sencilla. Cuando el calor se hacía insoportable íbamos a refrescarnos a la cañada que pasaba cerca de la casona. ¡Y cómo nos gustaba balancearnos en los árboles! El abuelo había colgado neumáticos grandes como de camión que hacían las veces de hamacas.
Me acuerdo del año 1904. Yo tenía seis años y si bien no se me permitía participar de las conversaciones de los mayores, igual lograba escuchar algunas partes  de las mismas.
No entendía exactamente que pasaba,  pero lograba captar un clima de agitación, de preocupación en la familia. Por ejemplo mi abuelo hablando seriamente con mi tío o mi abuela.
Por ese entonces el Presidente de la República era Don José Batlle y Ordóñez que pertenecía a un grupo político conocido popularmente como Colorados. En tanto que el grupo político opositor denominado Blancos era liderado por un caudillo llamado Aparicio Saravia.
En ese caluroso mes de enero escuché hablar de dirigentes Blancos detenidos en todo el país, y para enfrentar al poderoso ejército del Presidente de la República, el caudillo Saravia, concentró un importante número de jinetes y caballos.
Los enfrentamientos armados se sucedieron durante varios meses generando dolor y muerte por todos lados puesto que se luchaba en varios frentes.
Los hombres más jóvenes iban directamente a la batalla y los no tan jóvenes colaboraban haciendo redadas por los poblados llevándose por la fuerza caballos, armas, municiones y alimentos.
Mi abuelo estaba claramente preocupado por el caballo, ¿cómo haría para preservarlo?
Era su único medio de transporte y su mejor ayudante en el trabajo.
Esa mañana ví llegar a mi tío corriendo por el polvoriento camino y gritando:
-Vienen para acá.-
-Ayudáme, José- contestó el abuelo.
Yo, escondiéndome, trataba de escuchar y ver todo lo que podía. Así ví como llevaron el caballo al fondo de una habitación contigua a los dormitorios.
Le taparon los oídos con bastante estopa para que no escuchara ni respondiera a los caballos que llegaban.
Lo ataron y le pusieron bastante comida y agua.
Y con un gesto de rebeldía y fuerza, -que solo comprendí cabalmente cuando fui mayor- ví a esos hombres levantar una pared de bloques adelante del animal, tapiando totalmente esa parte de la habitación.







miércoles, 22 de enero de 2014


Una noche inolvidable

Apuré el paso al escuchar las doce campanadas. Pero no quería irme. Hubiera querido seguir bailando con el, mientras las demás jóvenes me miraban con envidia. Eran bonitas y de familias adineradas, lo mejor de la ciudad. ¡Que no darían por estar en mi lugar! El salón de baile estaba maravillosamente decorado, con un gusto exquisito y la música envolvente y dulce. Todavía sentía el calor de su abrazo en mi cintura. ¿Se acordará de mi, mañana cuando la fiesta haya concluido? Tenía el rostro arrasado por las lágrimas, tal era mi enojo y frustración que no podría decir cuánto tiempo estuve caminando con un solo zapato. ¡Al demonio con el! Pero el pie me dolía mucho y me resbalaba en el barro.
Me acordé entonces cuánto había deseado poder asistir a ese baile y cuánto me amargué por no tener un vestido aceptable, ni zapatos, ni un abrigo mientras que las mujeres de la familia de mi padre se compraban las mejores ropas para el evento. Pasé toda la semana previa trabajando hasta el agotamiento y en verdad no tenía ninguna esperanza de poder ir. Mi vida últimamente es nada más que trabajo y mas trabajo, maltrato de los que me rodean y no logro ver ninguna salida. Recordé a mi padre. Si el estuviera vivo yo no llevaría esta vida miserable. ¡Te extraño, papá!
Pero a veces el destino nos da sorpresas y suceden  cosas inesperadas. Y en menos de dos horas me encontré espléndidamente vestida, con un par de sandalias hermosas – ¿y ahora que hago con una sola?- un bello peinado y maquillaje así como un coche espectacular que me trasladaría al lugar.
Llegué al salón de fiestas tan feliz que parecía explotar dentro del ajustado vestido. Todas las miradas estaban sobre mí. No se si lograron reconocerme. Iba  demasiado bella como para que se dieran cuenta.
Y ahora vuelvo llorando como una boba.Tan poco duró mi felicidad ¨ ¿No ves que nada te conforma?¨ Me dice una voz en mi cabeza.¨ Deberías estar feliz de haberlo conocido y de que te haya preferido para bailar.¨
Empezó a lloviznar y hacía frío. La mezcla de lágrimas y gotas de lluvia terminaron con mi maquillaje, el peinado se aflojó.  No quería mojar el vestido pero no podía evitarlo.
Mientras seguía caminando me preguntaba si un hombre rico, atractivo, joven y con una excelente educación, integrante de una de las familias  más poderosas del lugar, podría llegar a fijarse en una pobre desgraciada como yo.
La idea tan disparatada me hizo reír. ¨Ahora sí que estas loca del todo¨ -escuche la voz en mi cabeza.- ¨Llorando y riendo al mismo tiempo.¨
Seguramente, en este momento, mientras yo volvía, el estaba bailando con alguna de aquellas jóvenes, ellas si, de su misma condición social. Ellas no tenían que volver temprano y podían disponer de más tiempo para seducirlo.
¨La vida es algo así como un juego terrible en el que se te dan las cosas y cuando empezás a ser feliz, todo te es arrebatado¨ Otra vez, mis pensamientos.
 A medida que me alejaba del lugar, me iba adentrando en las zonas más pobres de la ciudad, con sus callecitas sucias, las casas de lata y cartón. Algunas luces mortecinas de vez en cuando. Por aquí y por allá un indigente durmiendo acurrucado en algún rincón. Y algunas voces de ebrios diciéndome groserías mientras que yo iba pasando.
Sabía que cuando le devolviera el vestido a Susana,- la última conexión que me quedaba con esa magnífica noche- empezaría a preguntarme si todo habría sido un sueño. ¿Y que le voy a decir de la sandalia que perdí?
Susana, mi mejor amiga, la que hizo lo imposible por ayudarme a ir a la fiesta, pero que ahora necesitaba todo de vuelta para usar ella misma con los clientes que la esperaban, algunos en la barra, otros en las habitaciones.
Y yo, esta noche, no voy a aceptar clientes, que me esperen hasta mañana. Puedo arreglarme hoy sin ese dinero. ¡Esta noche quiero seguir soñando con mi príncipe!